martes, 13 de mayo de 2008

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"El huevo es una forma perfecta, aunque esté hecho con el culo". (Bruno Munari)

domingo, 24 de febrero de 2008

Diseñar es como cocinar

Diseñar como cocinar, requieren de una metodología proyectual, ya que ambos procesos consisten en una serie de operaciones necesarias, dispuestas en un orden lógico, dictado por la experiencia. Su finalidad es la de conseguir un máximo resultado con el mínimo esfuerzo.


Proyectar un arroz a la mexicana, exige un método que ayude a resolver el problema, lo importante es seguir el orden dictado por la experiencia, agregar el agua al arroz, sin antes haberlo freído la cebolla, o bien ponerle el tomate después de haberse cocido el arroz, echará todo a perder, el arroz, el tiempo y los recursos.


En el campo del diseño, pasa los mismo, tampoco es correcto proyectar sin método, pensar de forma artística buscando en seguida una idea, sin hacer previamente un estudio para documentarse sobre lo ya realizado en el campo de lo hay que proyectar; sin saber con qué elementos construir la cosa, sin precisar bien su exacta función, es erróneo. Yo no puedo decir que voy a inventar una forma de hacer arroz a la mexicana sin observar las reglas básicas de cocción y el efecto del sabor de cada ingrediente. Creatividad no quiere decir improvisación sin método porque se malgasta mucho el tiempo y los recursos, además nos hacemos la falsa ilusión de ser artistas libres e independientes, en cuyo caso, sí se es un artista libre e independiente y no diseñador. Haber si me explico, un diseñador puede ser un artista, un artista no es un diseñador.


Un método proyectual obedece a valores objetivos que se convierten en instrumentos operativos en manos de operatistas creativos. Dichos valores son reconocidos por todos como tales. Por ejemplo, si yo afirmo que utilizando tomate rojo, fresco o en puré, en lata o sachet, va a tener gusto a tomate, estoy afirmando un valor objetivo. No se puede decir: para mi el gusto a tomate se consigue mezclando tomatillo verde con colorante rojo y se obtiene el mismo arroz a la mexicana, en ese caso sale un arroz con la apariencia de arroz a la mexicana por el color, pero con gusto totalmente diferente, aunque aún así, un testarudo podrá decir que para él aquello es un arroz a la mexicana, pero lo será solo para él y no para todos los demás.


Definitivamente las reglas del método no bloquean la personalidad del cocinero o del diseñador sino al contrario, le estimulan a descubrir algo que, eventualmente, puede resultar útil también a los demás. Desafortunadamente es muy común encontrar seudodiseñadores o cocineros (sobretodo en países ajenos a la cultura gastronómica de México como es el caso de algunos restaurantes en Buenos Aires) que creen que encontrar nuevas ideas o recetas, es como si cada vez hubiera que inventarlo todo desde el principio. "Restaurantes Mexicanos" que preparan "tacos" con harina para panqueques (dulce) o te ofrecen unos chilaquiles rojos que en vez de usar chile verde o chipotle, le ponen mole, o bien una "margarita" la escarchan con azúcar y le ponen jarabe de durazno en vez de limón. Otra vez, son artistas, que preparan con su creatividad nuevas comidas o tragos, pero ni son tacos, ni son margaritas.


Lo mismo pasa con los seudo diseñadores que no tienen una disciplina profesional, sino que están desorientados.


Por eso conviene ahora establecer ya una distinción entre el proyectista profesional, que tiene un método proyectual, gracias al cual desarrolla su trabajo con precisión y seguridad, sin pérdidas de tiempo o poniendo en entredicho su trabajo; y el proyectista o chef, que tiene una idea "genial" y que intenta obligar al otro a que acepte algo como mexicano sin tener la más mínima idea de lo que es identidad cultural.


Dejemos a un lado los que ¡no aceptan consejos ni ayudas de nadie! y ocupémonos de los profesionales.

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El ejercicio de la cocina, como el de la escritura, puede ser un código secreto solo perceptible por la persona a la que está destinado, en los territorios todavía impregnados de la memoria del campo, como es el caso de México, no se ha perdido la conciencia de que cada acto culinario posee un carácter artesanal: la conciencia de la huella que cada artífice le impone a una tortilla, a una salsa molcajeteada. Por eso, culturas gastronómicas como la mexicana, están siempre a la búsqueda de las pequeñas diferencias. Las distintas maneras como puede prepararse un mismo plato, cada uno formula su propia invitación. La diferencia no está solo en la receta sino en el estilo, esto es, la expresión particular de un cuerpo y una sensibilidad, en un sazón, donde las palabras sirven menos para comunicar, informaciones específicas que ponen en sintonía los afectos de quienes comparten una auténtica mesa mexicana.